martes, 3 de agosto de 2010

LA CIUDAD DORADA

Los sueños cada vez eran más fantásticos, eran sucesos irreales, cambios de plano permanentes. A veces despertaba y me decía si en realidad había sido un sueño.

Una noche soñaba que volaba, a toda velocidad, siempre acompañado de alguien (aunque no lo veía, ni conocía su identidad yo sabia quien era), volábamos sobre grandes campos y llegamos a la ciudad, una que yo no conocía. Nos acercamos a un edificio en llamas, vi que no había bomberos ni persona alguna intentando disipar el fuego, tuve una sensación de congoja, sabia que no podía hacer nada. Al instante me encontré en el medio de la montaña, parado frente a una gran piedra que tenia un cartel que decía “Bienvenido, te estábamos esperando” y cuando quise acercarme sentí un fuerte temblor en el cuerpo y desperté.

Me incorpore y dispuse a hacer el desayuno, encendí la televisión y algo asombroso había en ella: “incendio en fábrica de colchones”, decía el titular, era un canal de Buenos Aires. Lo mas sorprendente de todo esto era que el edificio siniestrado no era mas ni menos que el que yo había visto en mi sueño, era imposible haber incorporado algo externo, ya que no contaba con televisor en el cuarto y el de la sala estaba apagado.

Tuve un día realmente perturbador, el recuerdo del incendio me cruzaba en la mente a cada momento. De repente una compañera de trabajo, una mujer grande, con la que nunca yo había tenido trato, se sentó a mi lado en la hora del almuerzo y comenzó a hablarme de viajes astrales. De lo bueno y lo malo, del cordón de plata y del guía. Mi cabeza estaba mas confundida aun, así que decidí investigar más acerca de este tema.

En los días subsiguientes devore libros de metafísica, investigue en Internet y trate de relacionarme con esta gente que decía salir de sus cuerpos por la noche y regresar en los albores. Fue así que conocí un nombre: Isidris. La ciudad luz, habitada por seres extraordinarios y escondida a plena vista de la maldad e intolerancia del hombre. Al parecer eran seres ínter dimensionales que se comunicaban de formas incomprensibles con los hombres. Solo unos cuantos eran aptos para entrar en contacto con ellos y comprender sus palabras.

Conseguí, cierto día, un libro escrito por una mujer, que describía la ciudad luz y narraba como llegar a ella. Cada página era un asombro, lo más sorprendente de todo fue al llegar al momento del ingreso a la ciudad: el portal era no más ni menos que una enorme piedra en el medio de la montaña, con unas letras escritas en un idioma que nadie comprendía. En ese momento me dije que debería llegar hasta allí (en forma física, claro) y comencé a alistarme.

Esos días que restaban para mi peregrinación se hicieron más extraños que los anteriores, los sueños ya no eran reveladores, sino muy confusos.

Llegó, pues, el día de emprender mi viaje a la ciudad luz, emocionado cargue con mi mochila y todo lo que creí pertinente y partí.

Para llegar al camino donde se encontraba la roca debía ingresar por una hacienda, en la cual debería pedir permiso al encargado y, seguramente, pagarle algún peaje. Así se desarrollaron las cosas, con un puestero que pidió y un gran camino que se me presentaba enfrente, era una quebrada que rodeaba un cerro, llamada sierra del durazno, llena de mensajes escritos en esa lengua extraña.

El camino era de unos siete kilómetros desde el puesto hasta la roca. Un paisaje admirable entre el aire puro de montaña y pensamientos y sensaciones que devenían en mi mente ansiosa del encuentro que estaba por suceder.
Llegue a un llano descampado, sin vegetación y con mucha basura, dando cuentas del continuo paso del hombre en el lugar, y justo en medio de todo estaba la roca, si, era ella, la de mis sueños, solo que no había ningún cartel de bienvenida, solo mas escritos en esa lengua…
No supe que hacer, temía acercarme y sentir algo muy fuerte, aunque también me apenaría mucho si no pasaba nada. Me llene de coraje y me acerque. Al tocarla sentí una fuerte energía inexplicable, como si tocara algo muy frió, o muy caliente. Puse ambas manos sobre ella, me pare, incluso me pare de manos, pero nada sucedía. Saque de mi mochila la merienda que tenía para la ocasión y comí, tome unos cuantos sorbos de agua y me recosté en la roca, el sol era agradable y la temperatura más aun, cerré los ojos y caí profundamente dormido.

Al despertar había caído el sol, era el atardecer y había muy poca luz, asustado me dispuse a partir pero no encontré mi mochila. Busque intensamente por los alrededores y no había nada, quizás algunos pillos habían visto que estaba dormido y me la robaron, no lo sabia.

Camine de nuevo a la roca y quede deslumbrado: estaba el cartel de bienvenida, y todos esos raros escritos que antes había visto estaban en mi lengua o inexplicablemente ahora los comprendía. Me acerque a la roca y la toque, esta vez no hubo sensación, no hubo temblor, simplemente comenzó a verse una luz que venia desde la cima del cerro que circundaba la quebrada y sin dudarlo me dirigí hasta ella.

La luz salía de una cueva, la entrada era enorme. Al entrar me encontré con una antorcha encendida y una especie de altar de piedra, sobre el había un mapa, dibujado a mano y muy precario.
El mapa describía todos los aspectos de una ciudad: un centro de investigaciones, un santuario, un centro de recreación, viviendas familiares y una serie de edificios y parques.

Cruce la cueva y me encontré en una especie de sala, donde había un escritorio muy grande y una puerta, en ese momento la atravesó un ser de dimensiones excepcionales: El aspecto que es de más destacar es su simétrica y armoniosa belleza, la estatura es de aproximadamente de 2.80 mts. Sus extremidades son un poco más finas y largas que las de los humanos y su cuello también más delgado y elevado. Los cabellos rubio oro ondulados y largos, pero lo que más se destaca de su rostro es la belleza de sus ojos color azul, cuyo iris, a diferencia de nosotros, es de un tono amarillo claro, nariz y labios finos. Como vestimenta usaba un traje enterizo ajustado al cuerpo, sin costuras o prendeduras a la vista, de un color cobrizo. Con un gesto me invito a pasar.

El portal de entrada está custodiado por dos querubines que la protegen. El nombre de "CIUDAD DORADA" se debe principalmente a su belleza, cuyo esplendor color dorado proviene de la construcción de los techos de su edificación, justamente de ese color oro, formando con el una cúpula intensamente luminosa.
El ser me dirigió la palabra: -Esta cúpula tiene dos funciones: la de protección y la de conservar y mantener el microclima a una temperatura de 22º c.-. Yo estaba asombrado, a cada paso que daba veía algo más maravilloso que lo anterior.- Isidris es considerado un mega portal de luz etérea- dijo - el nombre de Isidris posee características "especiales": Cada una de ellas encarna una gran Entidad cósmica. Siete letras que encarnan siete rayos. Los siete rayos se dividen en tres de Aspecto y cuatro de Atributo. Rayo de Voluntad o Poder; Rayo de Amor-Sabiduría; Rayo de Actividad o adaptabilidad e Inteligencia activa; Rayo de Armonía, Belleza, Arte o Exactitud; Rayo de Conocimiento Concreto o Ciencia.; Rayo de Idealismo Abstracto o Devoción; Rayo de Magia Ceremonial.-
No podía creer lo que estaba viendo, o el dialogar con esta entidad, mi sano juicio se debatía entre la cordura y la locura a cada momento. El ser se dirigió a mi y me dijo que esta era mi primer visita de muchas, que todavía quedaban cosas que arreglar, yo le insistí en quedarme a vivir allí, pero se negó, todo a su tiempo me dijo, y mi corazón se lleno de tristeza, pues estaba maravillado y no quería regresar a la rutina diaria después de conocer tan fantástica ciudad. –nosotros te contactaremos y te traeremos, ahora es tiempo de regresar- y diciendo esto se toco la frente y el pecho y todo se volvió luz. Desperté en la roca, junto a mi mochila, todavía era de día.

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